El Santuario de la Mare de Déu de La Fontcalda es uno de los lugares más paradisíacos de la Terra Alta y, por supuesto, de las Terres de l’Ebre. El río Canaletes marca el límite entre los municipios de Gandesa y Prat de Comte, que tienen su punto de encuentro en La Fontcalda.
Sin duda alguna, la presencia de agua le proporciona una singularidad especial a este ermitorio y le diferencia de cualquier otro. El agua, como indica el nombre del santuario, cobra todo su protagonismo en este paraje, puesto que Fontcalda significa fuente de agua caliente. El brollador cabe buscarlo en la Font dels Xorros, justo a la izquierda del río Canaletes, que mana siempre a la misma temperatura (28 grados) y tiene propiedades terapéuticas. La tradición popular aporta la creencia de que la Virgen bendijo dicha agua y, desde tiempos inmemoriales, se bebe o se toma el baño en la fuente para gozar de una buena salud.
Este entorno natural tiene estructura de balneario, se puede acampar al aire libre o descansar en las habitaciones de los dos edificios del santuario. También es obligada la visita a la Ermita de la Mare de Déu de La Fontcalda, ubicada en una gran plaza.
Los excursionistas pueden acceder a pie o en bicicleta, siguiendo la Via Verda de la Terra Alta o a través de los caminos y senderos de gran y pequeño recorrido que confluyen en La Fontcalda.
El Santuario de la Fontcalda es punto de parada obligatorio para los amantes del cicloturismo, puesto que muy cerca pasa la Vía Verde, un recorrido en bicicleta que transcurre por la antigua vía de tren del Valle de Zafán que unía Tortosa (Baix Ebre) con la Puebla de Híjar (Comunidad de Aragón).
Frente a la Font dels Xorros y en la zona dels Estrets, el Canaletes permite la práctica de la natación o sumergirse en uno de los tramos más profundos del río. En La Fontcalda suelen coincidir ciclistas con sus bikes, caminantes, bañistas y submarinistas con sus trajes de neopreno.
Además, se ha habilitado una zona de ocio y acampada en una amplia explanada con barbacoas, mesas y bancos de obra en donde la gente que va en romería pueden cocinar a la brasa y comer. Las antiguas dependencias del balneario se han reconvertido en un albergue y un hostal.
Antiguo balneario
Las aguas del entorno de La Fontcalda contienen cloruro sódico, carbonato cálcico y sulfato de magnesio y es por este motivo que fueron explotadas con finalidades terapéuticas desde el siglo XVIII.
Se conoce que este lugar ya estuvo ocupado por caballeros de la orden del Temple, que provenían del Castillo de Miravet y hacían posada en el lugar. A finales del siglo XIV, comienzos del siglo XV, se instalaron unos religiosos trinitarios, posiblemente procedentes de Tortosa. Con el paso de los años abandonaron el lugar por resultar demasiado aislado. No fue hasta el siglo XVIII que empezaron las primeras obras comunitarias del balneario. A mitad del siglo XIX, el lugar ya contaba con cuatro edificios y un total de 52 dormitorios para hospedar a los bañistas o a la gente que acudía para hacer curas de salud.
El Santuario de la Fontcalda aparece ya documentado desde el siglo XIV. La iglesia actual data del siglo XVIII, concretamente de 1753, es la tercera que ha existido, y se debe a la iniciativa de Mossèn Antoni Soler. Es de estilo neoclásico, de una sola nave con bóveda de cañón, pequeño crucero, cúpula y cimborrio. Dos capillas laterales por banda, coro sobre la entrada y las oberturas dan a la nave sobre las capillas y al cimborrio, octogonal. Las pinturas del altar mayor son obra de Josep Lahosa.
El ermitorio se incendió, destruyéndose el altar barroco y la imagen antigua de la Virgen, durante la Guerra Civil, el año 1936. La actual es una copia en alabastro de la original, hecha por el escultor ampostino Innocensi Soriano Montagut.
La consagración del lugar a la Virgen María se enmarca en la tradición de las llamadas Mares de Déu trobades. Cuenta la leyenda que un pastorcito de Prat de Comte llevaba su rebaño a pacer en este valle. Un día vio no muy lejos de la fuente una imagen de la que nadie tenía noticia. Se llevó la imagen a Prat de Comte y comunicó a los dueños del rebaño la noticia, pero en el momento de sacarla del zurrón para enseñarla, la imagen había desaparecido. El pastor, guiado por la luz que había recibido del cielo, volvió al lugar de la aparición y allí encontró de nuevo a la Virgen. Pronto llegó la noticia a Gandesa y muchos fueron a venerarla, la trasladaron también a la iglesia gandesana pero al día siguiente había desaparecido y se encontraba de nuevo en el mismo lugar. Entonces, el pueblo de Gandesa decidió levantar una pequeña capilla y más tarde una iglesia.
Una de las curiosidades del santuario es reseguir los nombres grabados en las piedras de las familias o vecinos de ésta y otras localidades de la comarca que han hecho donación de material o mano de obra para dotar el entorno de fuentes, escaleras, bancos, mesas, etc. Es una buena prueba de la devoción de los gandesanos y terraltenses por La Fontcalda.
La zona se enclava entre las sierras de Pàndols y Cavalls, prolongación hacia el noreste del Parc Natural dels Ports. El ermitorio se halla rodeado de unas montañas de gran valor geológico debido a las increíbles formas que han adoptado sus rocas como consecuencia de la erosión eólica y fluvial.
Sin duda alguna, la presencia de agua le proporciona una singularidad especial a este ermitorio y le diferencia de cualquier otro. El agua, como indica el nombre del santuario, cobra todo su protagonismo en este paraje, puesto que Fontcalda significa fuente de agua caliente. El brollador cabe buscarlo en la Font dels Xorros, justo a la izquierda del río Canaletes, que mana siempre a la misma temperatura (28 grados) y tiene propiedades terapéuticas. La tradición popular aporta la creencia de que la Virgen bendijo dicha agua y, desde tiempos inmemoriales, se bebe o se toma el baño en la fuente para gozar de una buena salud.
Este entorno natural tiene estructura de balneario, se puede acampar al aire libre o descansar en las habitaciones de los dos edificios del santuario. También es obligada la visita a la Ermita de la Mare de Déu de La Fontcalda, ubicada en una gran plaza.
Los excursionistas pueden acceder a pie o en bicicleta, siguiendo la Via Verda de la Terra Alta o a través de los caminos y senderos de gran y pequeño recorrido que confluyen en La Fontcalda.
El Santuario de la Fontcalda es punto de parada obligatorio para los amantes del cicloturismo, puesto que muy cerca pasa la Vía Verde, un recorrido en bicicleta que transcurre por la antigua vía de tren del Valle de Zafán que unía Tortosa (Baix Ebre) con la Puebla de Híjar (Comunidad de Aragón).
Frente a la Font dels Xorros y en la zona dels Estrets, el Canaletes permite la práctica de la natación o sumergirse en uno de los tramos más profundos del río. En La Fontcalda suelen coincidir ciclistas con sus bikes, caminantes, bañistas y submarinistas con sus trajes de neopreno.
Además, se ha habilitado una zona de ocio y acampada en una amplia explanada con barbacoas, mesas y bancos de obra en donde la gente que va en romería pueden cocinar a la brasa y comer. Las antiguas dependencias del balneario se han reconvertido en un albergue y un hostal.
Antiguo balneario
Las aguas del entorno de La Fontcalda contienen cloruro sódico, carbonato cálcico y sulfato de magnesio y es por este motivo que fueron explotadas con finalidades terapéuticas desde el siglo XVIII.
Se conoce que este lugar ya estuvo ocupado por caballeros de la orden del Temple, que provenían del Castillo de Miravet y hacían posada en el lugar. A finales del siglo XIV, comienzos del siglo XV, se instalaron unos religiosos trinitarios, posiblemente procedentes de Tortosa. Con el paso de los años abandonaron el lugar por resultar demasiado aislado. No fue hasta el siglo XVIII que empezaron las primeras obras comunitarias del balneario. A mitad del siglo XIX, el lugar ya contaba con cuatro edificios y un total de 52 dormitorios para hospedar a los bañistas o a la gente que acudía para hacer curas de salud.
El Santuario de la Fontcalda aparece ya documentado desde el siglo XIV. La iglesia actual data del siglo XVIII, concretamente de 1753, es la tercera que ha existido, y se debe a la iniciativa de Mossèn Antoni Soler. Es de estilo neoclásico, de una sola nave con bóveda de cañón, pequeño crucero, cúpula y cimborrio. Dos capillas laterales por banda, coro sobre la entrada y las oberturas dan a la nave sobre las capillas y al cimborrio, octogonal. Las pinturas del altar mayor son obra de Josep Lahosa.
El ermitorio se incendió, destruyéndose el altar barroco y la imagen antigua de la Virgen, durante la Guerra Civil, el año 1936. La actual es una copia en alabastro de la original, hecha por el escultor ampostino Innocensi Soriano Montagut.
La consagración del lugar a la Virgen María se enmarca en la tradición de las llamadas Mares de Déu trobades. Cuenta la leyenda que un pastorcito de Prat de Comte llevaba su rebaño a pacer en este valle. Un día vio no muy lejos de la fuente una imagen de la que nadie tenía noticia. Se llevó la imagen a Prat de Comte y comunicó a los dueños del rebaño la noticia, pero en el momento de sacarla del zurrón para enseñarla, la imagen había desaparecido. El pastor, guiado por la luz que había recibido del cielo, volvió al lugar de la aparición y allí encontró de nuevo a la Virgen. Pronto llegó la noticia a Gandesa y muchos fueron a venerarla, la trasladaron también a la iglesia gandesana pero al día siguiente había desaparecido y se encontraba de nuevo en el mismo lugar. Entonces, el pueblo de Gandesa decidió levantar una pequeña capilla y más tarde una iglesia.
Una de las curiosidades del santuario es reseguir los nombres grabados en las piedras de las familias o vecinos de ésta y otras localidades de la comarca que han hecho donación de material o mano de obra para dotar el entorno de fuentes, escaleras, bancos, mesas, etc. Es una buena prueba de la devoción de los gandesanos y terraltenses por La Fontcalda.
La zona se enclava entre las sierras de Pàndols y Cavalls, prolongación hacia el noreste del Parc Natural dels Ports. El ermitorio se halla rodeado de unas montañas de gran valor geológico debido a las increíbles formas que han adoptado sus rocas como consecuencia de la erosión eólica y fluvial.
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