El 19 de Marzo de 1314 Jacques de Molay, último maestre general de los templarios, fue quemado vivo en una hoguera levantada a unos cientos de metros frente a Nôtre Dame, en un extremos de L’île de la Cité, justo debajo del actual Pont Neuf, (que a pesar de su nombre es el más antiguo de París). Siete años antes, en 1307, la mayoría de los templarios franceses fueron arrestados en una operación policial sin precedentes, y sus bienes apresados por el Rey Felipe IV. Pronto, otros monarcas europeos siguieron el ejemplo, y en 1312 el Papa Clemente V, sometido a fuertes presiones, aceptó suprimir la Orden. ¿Qué había ocurrido para que la orden militar más poderosa de la cristiandad fuese desmantelada por los poderes fácticos en cuestión de cinco años? Les sorprendería saber que el quantitative easing (en cristiano “máquina de imprimir”) emprendido por Francia desde 1290 tuvo mucho que ver en tan fatídico desenlace. Veamos.
Felipe IV llega al poder en 1285, y pronto emprende una agresiva política exterior que se traduce en continuas guerras, que no pueden ser sostenidas por los ingresos públicos. Para solucionar este problema, el Rey comienza a reacuñar la moneda eliminando un porcentaje de plata y añadiendo vellón. Estos ingresos extraordinarios de la plata que se extraía de cada moneda en las cecas reales hicieron frente durante más de 15 años a los gastos bélicos. El coste económico fue enorme: al distribuirse la moneda debilitada (que la gente llamaba “falsa”) los precios se dispararon, la plata y el oro pronto desaparecieron de la circulación, y los franceses sabiamente escondieron las monedas fuertes para evitar que les fueran sustituidas por las nuevas monedas débiles. Se cumplió así la ley de Gesham por la cual la moneda débil desplazaba a la fuerte.
Esta situación provocó una parálisis general en el reino, ya que desaparecía el numerario para realizar transacciones, y poco a poco la economía, incursa en una importante contracción, volvió al trueque. En su desesperación ante la falta de dinero, el Rey no sólo prohibió con la pena capital toda exportación de metal precioso, sino que además ordenó a los funcionarios llevar a las cecas todas las vasijas de plata que encontrasen, para así poder emitir moneda. Sin embargo, como la historia ha demostrado a lo largo de los siglos, el poder político poco puede hacer frente a las leyes económicas cuando se ha jugado con el valor de la moneda. El caso es que la plata siguió desapareciendo, y los precios disparándose. Como consecuencia, el valor de la libra tornesa (la moneda de referencia en Francia en el siglo XIII) se hundió en los mercados internacionales frente a monedas más fuertes como la libra esterlina inglesa, y por supuesto frente al precio de los metales preciosos (oro y plata) que se disparó en términos de la moneda francesa.
Pronto el Rey buscó fuentes alternativas de efectivo, para hacer frente al caos que había creado. En 1292 los comerciantes lombardos fueron arrestados, y sus bienes apresados. Sólo obtuvieron su libertad tras “comprar” bajo coacción la nacionalidad francesa. Como los gastos bélicos siguieron superando con creces los ingresos, se tuvo que acelerar el programa de debilitamiento de la moneda.
Una situación fuerte de inflación beneficia al endeudado (campesinos y la Corona), a costa de los prestatarios (aristocracia y clero), que veían con horror cómo sus préstamos a favor, otorgados en moneda fuerte, eran devueltos en moneda débil. La situación se hizo insostenible, y los obispos y la alta nobleza enviaron un ultimátum a Felipe IV para que pusiera fin al caos monetario. Como por fin las armas francesas se habían impuesto al enemigo flamenco en 1305, el Rey decidió que había llegado el momento para reorganizar la situación. Para eso hacía falta volver a la “buena moneda” y ese paso exigía encontrar ingentes cantidades de plata.
En 1306 los judíos fueron arrestados, sus bienes confiscados, y se decretó una orden de expulsión. La moneda francesa siguió depreciándose, lo que muestra que el efectivo capturado a los judíos no fue suficiente para reacuñar la moneda fuerte. La suerte de los templarios estaba sellada. El año siguiente a su captura Francia volvió a emitir moneda fuerte, lo que nos da una pista sobre qué ocurrió con el famoso tesoro de los templarios.
En la época de Felipe IV pagaron lombardos, judíos y templarios... .
Felipe IV llega al poder en 1285, y pronto emprende una agresiva política exterior que se traduce en continuas guerras, que no pueden ser sostenidas por los ingresos públicos. Para solucionar este problema, el Rey comienza a reacuñar la moneda eliminando un porcentaje de plata y añadiendo vellón. Estos ingresos extraordinarios de la plata que se extraía de cada moneda en las cecas reales hicieron frente durante más de 15 años a los gastos bélicos. El coste económico fue enorme: al distribuirse la moneda debilitada (que la gente llamaba “falsa”) los precios se dispararon, la plata y el oro pronto desaparecieron de la circulación, y los franceses sabiamente escondieron las monedas fuertes para evitar que les fueran sustituidas por las nuevas monedas débiles. Se cumplió así la ley de Gesham por la cual la moneda débil desplazaba a la fuerte.
Esta situación provocó una parálisis general en el reino, ya que desaparecía el numerario para realizar transacciones, y poco a poco la economía, incursa en una importante contracción, volvió al trueque. En su desesperación ante la falta de dinero, el Rey no sólo prohibió con la pena capital toda exportación de metal precioso, sino que además ordenó a los funcionarios llevar a las cecas todas las vasijas de plata que encontrasen, para así poder emitir moneda. Sin embargo, como la historia ha demostrado a lo largo de los siglos, el poder político poco puede hacer frente a las leyes económicas cuando se ha jugado con el valor de la moneda. El caso es que la plata siguió desapareciendo, y los precios disparándose. Como consecuencia, el valor de la libra tornesa (la moneda de referencia en Francia en el siglo XIII) se hundió en los mercados internacionales frente a monedas más fuertes como la libra esterlina inglesa, y por supuesto frente al precio de los metales preciosos (oro y plata) que se disparó en términos de la moneda francesa.
Pronto el Rey buscó fuentes alternativas de efectivo, para hacer frente al caos que había creado. En 1292 los comerciantes lombardos fueron arrestados, y sus bienes apresados. Sólo obtuvieron su libertad tras “comprar” bajo coacción la nacionalidad francesa. Como los gastos bélicos siguieron superando con creces los ingresos, se tuvo que acelerar el programa de debilitamiento de la moneda.
Una situación fuerte de inflación beneficia al endeudado (campesinos y la Corona), a costa de los prestatarios (aristocracia y clero), que veían con horror cómo sus préstamos a favor, otorgados en moneda fuerte, eran devueltos en moneda débil. La situación se hizo insostenible, y los obispos y la alta nobleza enviaron un ultimátum a Felipe IV para que pusiera fin al caos monetario. Como por fin las armas francesas se habían impuesto al enemigo flamenco en 1305, el Rey decidió que había llegado el momento para reorganizar la situación. Para eso hacía falta volver a la “buena moneda” y ese paso exigía encontrar ingentes cantidades de plata.
En 1306 los judíos fueron arrestados, sus bienes confiscados, y se decretó una orden de expulsión. La moneda francesa siguió depreciándose, lo que muestra que el efectivo capturado a los judíos no fue suficiente para reacuñar la moneda fuerte. La suerte de los templarios estaba sellada. El año siguiente a su captura Francia volvió a emitir moneda fuerte, lo que nos da una pista sobre qué ocurrió con el famoso tesoro de los templarios.
En la época de Felipe IV pagaron lombardos, judíos y templarios... .
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